Las circunstancias, como la meteorología, son cambiantes e influyen en nuestras vidas. A veces resplandecerá el sol. A veces lloverá. A veces se desatarán fuertes tempestades. Y a veces se cubrirá el camino de una espesa niebla.
La niebla es incertidumbre ante lo que delante nos espera y sobre lo que atrás dejamos. La niebla genera dudas, confusión, inseguridad, temor, baja autoestima, la sensación de estar perdidos y de perder el control de la situación. Plantea una adversidad que nos desafía y nos pone a prueba.
El miedo transforma las nieblas en tinieblas. El miedo nos paraliza y nos hace imaginar terribles peligros ocultos tras el blanco e intrigante velo. Pero nada sobrenatural aparece cuando nuestros pasos nos introducen en su níveo vapor. Poco a poco descubrimos fragmentos de nuevos y estimulantes paisajes, que el peligro estaba únicamente en nuestra mente y que las nieblas terminan disipándose. Cuando eso ocurre, aquellos que se aventuraron en la niebla estarán siempre por delante y con ventaja sobre aquellos que, por temor o por pereza, permanecieron en su zona de confort.
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