martes, agosto 05, 2008

El gusano y el escarabajo

Anónimo

Había una vez, un gusano y un escarabajo que eran grandes amigos, y se pasaban horas y horas charlando.

El escarabajo era consciente de que su amigo el gusano era muy limitado en movilidad, tenía una visión muy restringida y era muy tranquilo y pasivo comparado con los escarabajos.

El gusano, por su parte, era muy consciente de que su amigo el escarabajo venía de otro ambiente, y de que, en comparación con los gusanos de su especie, comía cosas desagradables, era muy activo y acelerado, tenía una imagen muy grotesca y hablaba con mucha rapidez.

Un día, la compañera del escarabajo le cuestionó a éste su amistad con el gusano. Le preguntó cómo era posible que caminara tanto hasta llegar al encuentro con aquel ser tan inferior y tan limitado por sus movimientos. Le preguntó también por qué seguía siendo amigo de alguien que ni siquiera le devolvía los efusivos saludos que el escarabajo le hacía desde lejos.

El escarabajo era consciente de que el gusano tenía limitada su visión, por lo que muchas veces ni siquiera veía quién lo saludaba, y si acaso llegaba a notarlo no distinguía si era o no el escarabajo, y por ello no contestaba al saludo. Pese a ello, el escarabajo calló para no discutir con su compañera.

La escarabaja insistió tanto con sus argumentos, que al final, el escarabajo puso a prueba su amistad, alejándose del gusano y esperar hasta que éste lo buscara.

Pasó el tiempo, y un día llegó la noticia de que el gusano estaba muriéndose, debido al esfuerzo hacía cada día para ir a ver a su amigo el escarabajo. Como no lo conseguía durante toda la jornada, el gusano tenía que volver antes de que llegara la noche al refugio de su casa.

El escarabajo se enteró y, haciendo caso omiso a su compañera, decidió ir a ver al gusano.

En el camino se encontró con varios insectos que le contaron todos los intentos que el gusano hizo para ir a verle, para averiguar qué le había pasado. Le contaron que día a día se exponía a peligros, pues pasaba cerca de los nidos de los pájaros, e incluso sobrevivió a los ataques de las hormigas.

El escarabajo llegó hasta el árbol donde vivía el gusano, donde yacía esperando el momento final. El gusano, al verle, con apenas un hilo de vida, sonrío y le dijo al escarabajo cuánto se alegraba de ver que se encontraba bien. Acto seguido, el gusano murió, despidiéndose de su amigo sabiendo que nada malo le había pasado.

El escarabajo sintió vergüenza por haber permitido que las opiniones de otros minaran su amistad con el gusano. Sintió mucho dolor por haber perdido innumerables horas de regocijo charlando con su amigo. Sobre todo, lo que más le dolió, fue haber puesto al gusano en la situación que le causó la muerte.

El escarabajo entendió que el gusano, siendo tan diferente a él, era su amigo, quien le respetaba y le quería por ofrecerle su amistad. Reconoció la riqueza de quien era diferente a él y, aún así, estuvo dispuesto a compartir con él sus ideales y sus temores.

Ese día aprendió varias lecciones:
- Primera: La amistad está en ti, y no en los demás. Si la cultivas en tu propio ser encontrarás el gozo del amigo.
- Segunda: El tiempo no condiciona las amistades. Tampoco lo hacen las razas ni las limitaciones propias o las ajenas.
- Tercera: El tiempo y la distancia no son los factores que destruyen una amistad. La destruyen las dudas y nuestros temores.
- Cuarta: Cuando pierdes un amigo, una parte de ti se va con él. Las frases, los gestos, los temores, las alegrías, las ilusiones... todo lo que ambos compartieron en el tiempo, se va con él.

El escarabajo murió poco después.

Nunca se le escuchó quejarse de quien mal lo aconsejó, pues fue decisión suya el prestar oídos a las críticas sobre su amigo.

La esencia del gusano y el escarabajo se volvieron una sóla en el plano más allá de esta vida.

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