martes, julio 24, 2007

Mi vida en un día

Nazco a este mundo, y mi existencia es un simple suspiro, un fugaz momento, un instante nada más. En mi nacimiento puedo ver la luz de un amanecer, un milagro inexplicable, como mi existencia. Y este mundo al cual he venido a parar está lleno de cosas que despiertan en mi la fascinación, la alegría de aprender, de conocer, de explorar, de ver, de oír, de tocar, de oler, de saborear, de sentir…

Descubro que puedo imaginar, que puedo soñar, que puedo crear ilusiones y transformarlas en realidad mediante mis acciones, haciendo milagros que se añaden a este mundo en el que he venido a nacer, a vivir y a morir.

Y este mundo está lleno de otras existencias tan efímeras como la mía. Y los milagros se multiplican cuando podemos unirnos para crear cosas más y más grandes, a través de la colaboración y de compartir nuestros sueños.

El breve lapso de mi existencia se agota en mitad de la noche, y me digo: “he sido feliz, ha merecido la pena haber vivido”. Y una sonrisa embellece mi rostro mientras mis ojos se cierran, con la esperanza de nacer nuevamente.

La verdad es que he muerto muchas veces, y he vuelto a nacer otras tantas. Nazco cada día, al amanecer, y, como un bebé, me fascino por las cosas que en este mundo existen: los colores, los olores, los sonidos, las texturas…

Cada día lo miro con los ojos de un bebé, descubriendo el olor de un café recién hecho, el color del cielo, las formas de las nubes, las formas y los colores de los árboles y de las plantas de un parque, el sonido que emite un pájaro para recibir el día, sentir la humedad de la lluvia sobre mi piel, el olor de la tierra mojada y la fragancia de los pinos.

Mi esperanza de vida acabará al acabar el día. Por tanto, para esas menos de veinte horas que tengo, no hay sitio para los rencores, ni para los agravios del pasado, ni para las experiencias del ayer. Al nacer lo hago con una página en blanco, sobre la que escribo los bellos versos de mi diario.

En esa breve estancia por este maravilloso mundo, tengo el tiempo suficiente para maravillarme de los milagros que existen, y para maravillarme aún más por los milagros que puedo realizar.

En esa efímera vida he sido dichoso por no estar sólo, por encontrarme con otras vidas que se maravillan de mi sola presencia, de compartir ilusiones y sueños, y poder realizar aún mejores milagros.

Pero en esta corta vida de un día, hay cosas que no se pueden abarcar, cosas que están fuera de mi alcance, cosas que no puedo cambiar. Y para avanzar sin estancarme ni inflingirme ningún daño, es necesario aceptar que no todo está bajo mi control y continuar por otro camino.

Durante esta vida puedo ver cómo otra vida con la que he compartido mi existencia ha desaparecido, como una burbuja de jabón que explota de repente. Mi primera sensación es la pena, pero soy feliz porque he tenido la oportunidad de haber sido testigo de su existencia y por haber compartido momentos entrañables.

Durante esta corta vida de apenas un día, mi único propósito es aprender con el interés y la fascinación de un niño, de soñar e imaginar como un artista, de entregarme a la pasión del trabajo como un profesional, y de ver el resto de los problemas como simples molestias que no durarán más que este preciso día.

Al final del día, a la hora de morir, hago balance de mi vida y sonrío, porque he sido feliz al nacer, he sido feliz mientras vivía, en cada momento, y soy feliz ahora, en el momento en que mis ojos se cierran y me despido de mi vida.

La felicidad no está en tener una vida llena de días, si no en tener muchas vidas plenas de un día. Cada una de estas vidas es como un ladrillo, el cual se va poniendo día a día a la construcción de este mundo. Hay quien se obceca y se estanca en el pasado, en un ladrillo puesto hace tiempo, y el ladrillo de ese día es defectuoso, se coloca mal, y el resto de la construcción se penaliza. Hay quien quiere adelantar la construcción, pero ese ladrillo aún no ha llegado. Por ello, nacer, vivir y morir cada día es el secreto de mi felicidad.


Rafael Hernampérez

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo soy una de esas vidas que compartieron algunos de tus días, y desde hace un tiempo me asomo de vez en cuando a tu maravilloso rincón para leer lo que nos cuentas , y cuando lo hago en muchas ocasiones dibujan un rayo de luz en mi vida. Ahora solo quería darte las gracias por tus mensajes,no solamente son hermosos sino que creo que recogen una profunda sabiduría.

María Teresa dijo...

Hola!, me encanto tu escrito, tiene mucha sabiduría y dulzura. Saludos de tu amiga María T.