martes, julio 17, 2007

La escuela (de la vida)

Soy padre, y en mi conciencia recae el peso y la congratulación de la educación de mi hija.

Desde que somos niños nos inculcan la enseñanza, como base de nuestro crecimiento y de nuestro futuro. Pero cuando uno llega a cierta edad, se da cuentade que la escuela no funciona, porque en una sociedad tan avanzada como la nuestra, con tantos adelantos tecnológicos, con tanto dinero e inversiones, con tantas comodidades y sin ninguna carencia, sin embargo, somos los más infelices del mundo.

¿Qué es lo que falla?

Por un lado, sólo nos enseñan ciertas habilidades, como el lenguaje, las matemáticas, las ciencias y algún idioma. Después, en la carrera, estamos obligados a estudiar aquello que nuestras notas nos permiten, no lo que queremos realmente. Los que hemos tenido la suerte de poder estudiar lo que nos gustaba, nos sentimos defraudados al estudiar cosas antiguas que ya no tienen uso ahora, o materias que no utilizaremos nunca.

Pero lo que realmente falla es que no nos enseñan lo fundamental: la vida.

No nos enseñan a afrontar la vida con actitud positiva, no nos enseñan a tratar los problemas, no nos enseñan a ser felices, no nos enseñan a reflexionar sobre la vida, no nos enseñan a tratar diversas situaciones, no nos enseñan a que el éxito en todo (tanto en la vida como en lo profesional), radica en las relaciones humanas, y que el éxito en las relaciones humanas está en forjar un carácter especial, de respeto, de amor, de cordialidad, de buenas maneras, de buen trato, de ser una buena persona.

No nos enseñan a evaluar correctamente una situación, no nos enseñan a no exagerar un nimio problema y salir por la tremenda a la más mínima; no nos enseñan a ser tranquilos y afrontar los grandes problemas con paciencia y sin sobresaltos, no nos enseñan a extraer de las peores situaciones cosas positivas, no nos enseñan a aceptar los varapalos que nos vienen y seguir adelante, no nos enseñan a aceptar el pasado, no nos enseñan que la muerte es un sólo trámite en la vida y que debemos continuar, no nos enseñan que el desamor o la traición también son posibles, y que todo, absolutamente todo, tanto lo bueno como lo malo, también pasará.

No nos enseñan que una sonrisa es más efectiva que un complejo plan, no nos enseñan que todo es muy sencillo y que tendemos a complicarlo todo; no nos enseñan que el futuro no existe y que por ello no debemos preocuparnos; no nos enseñan que todas las respuestas están dentro de nosotros; no nos enseñan que nosotros somos los autores de nuestras limitaciones y de nuestra propia vida; no nos enseñan que nuestros sueños, nuestros pensamientos, nuestras ilusiones, se pueden hacer realidad si creemos de corazón en ellas y somos constantes.

No nos enseñan que lo más importante no es un título, una casa, un coche, una fortuna, una propiedad; no nos enseñan que lo más importante somos nosotros mismos, nuestras familias, nuestros amigos, nuestro amor, nuestra sonrisa, nuestra fe.

No nos enseñan que detrás de cada desgracia hay una gran oportunidad, y que detrás de una dicha se esconde una desgracia. No nos enseñan que el mundo es una imagen de nosotros mismos, y que nos vemos reflejado en él. No nos enseñan que cada segundo recibimos del mundo lo mismo que nosotros le aportamos, que como tratas serás tratado, que lo que dés te será devuelto.

No nos enseñan que la vida es este momento, aquí y ahora; no nos enseñan que en nuestras manos está la oportunidad de cambiar nuestra vida, de conducirla allá donde nuestros pensamientos vuelan; no nos enseñan que las partidas se pueden ganar y se pueden perder, que a veces las cosas salen bien y otras veces salen mal, y que la mayor parte de las veces el resultado es resultado de nuestra actitud y de nuestros pensamientos. No nos enseñan a perder, ni tampoco que la vida no es una competición como nos hacen ver desde que nacemos. No nos enseñan que lo divertido no es ganar, si no disfrutar de nuestras acciones y de los resultados que obtienen los demás y el colectivo en general. No nos enseñan que para ganar nosotros debemos hacer ganar a los demás, que nuestra felicidad depende de la felicidad que regalemos a los demás.

No nos enseñan a vivir en compartimientos estancos, a hacer sólo una cosa cada vez, a ser una cosa cada vez. No nos enseñan a aprender de los errores, y que en vez de maldecir y echarle la culpa de nuestros errores y desgracias a los demás o a la suerte, saber asumir nuestra responsabilidad y no quedarnos quietos, si no a ponernos en marcha y avanzar.

Estas y muchas cosas más son cosas que nos deberían enseñar en la escuela, por encima de una raíz cuadrada, un diptongo, la teoría de la relatividad, el latín o la informática. Estas lecciones son mucho más útiles, porque son la lecciones de la vida, y ellas harán un mundo mejor lleno de individuos mejores y más felices.


Rafael Hernampérez

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tus reflexiones me han hecho acordarme de un buen hilo de conversación de Punset:

http://www.eduardpunset.es/blog/?p=107