lunes, abril 23, 2007

El acusado

Inteligente relato de autor desconocido, con un final sorprendente.


Cuenta una antigua leyenda, que en la Edad Media un hombre muy virtuoso fue injustamente acusado de haber asesinado a una mujer. En realidad, el verdadero autor era una persona muy influyente del reino, y por eso, desde el primer momento se procuró un "chivo expiatorio", para encubrir al culpable.

El hombre fue llevado a juicio ya conociendo que tendría escasas o nulas opciones de escapar al terrible veredicto: la horca.

El Juez, tambien metido en el complot, cuidó no obstante de dar todo el aspecto de un juicio justo, por ello dijo al acusado:

- Conociendo tu fama de hombre justo y devoto del Señor, vamos a dejar en manos de Él tu destino. Vamos a escribir en dos papeles separados las palabras "culpable" e "inocente". Tú escogerás y será la mano del Dios la que decida tu destino.

Por supuesto, el juez había preparado dos papeles con la misma leyenda: "CULPABLE". La pobre víctima, aún sin conocer los detalles, se daba cuenta que el sistema propuesto era una trampa. No tenía escapatoria.

El Juez conminó al hombre a tomar uno de los papeles doblados. Este respiró profundamente, quedó en silencio unos cuantos segundos con los ojos cerrados, y, cuando la sala comenzaba ya a impacientarse, abrió los ojos y. con una extraña sonrisa, tomó uno de los papeles y llevándolo a su boca lo engulló rápidamente. Sorprendidos e indignados los presentes le reprocharon airadamente:

- Pero, ¿qué hizo?. ¿Y ahora qué? ¿Cómo vamos a saber el veredicto?
- Es muy sencillo - respondió el hombre - es cuestión de leer el papel que queda, y sabremos lo que decía el que me tragué.

Con rezongos y bronca mal disimulada debieron liberar al acusado, y jamás volvieron a molestarlo.

Moraleja: Por más difícil que se nos presente una situación, nunca dejes de buscar la salida ni de luchar hasta el último momento. Sé creativo. Cuanto todo parezca perdido, usa la imaginación

En los momentos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento. Albert Einstein

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