lunes, octubre 02, 2006

Soy feliz, aquí y ahora

Hoy he instalado con éxito una aplicación software muy especial. Hoy ha sido el clímax de mi (nuestro) proyecto. Hoy he visto dar los primeros pasos de esa criatura que se ha ido gestando durante meses, y que con sufrimiento e ilusión ha visto por fin la luz y ha venido a la vida. Hoy he visto por mí mismo, el poder que tenemos los hombres de crear vida, del milagro que somos capaces de obrar, combinando el pensamiento y el sentimiento, junto a la voluntad y la acción. Somos capaces de lo mejor, y he aquí la prueba de ello: el éxito.

Miro hacia atrás y veo el camino recorrido desde hace un año... desde hace dos... desde hace tres... Y me veo a mí mismo como un bebé que ha nacido de nuevo, y que empieza a dar sus primeros pasos. Durante 34 años he conseguido muchas cosas y no he conseguido nada. He tenido una carrera fulgurante, llena de estudios y de éxitos laborales, con importantes ascensos y grandes méritos... aparentes.

Este año ha sido en realidad el año de mi nacimiento como humano, como yo mismo. Tengo mi identidad, me reconozco a mí mismo, único entre los miles de millones de seres humanos que viven ahora en este mundo. Y único me reconozco entre los innumerables seres humanos que han vivido en este mundo durante innumerables siglos. Una verdad revelada durante más de tres décadas persiguiendo ilusiones y sueños banales.

He llegado a ser director a una edad muy temprana. He sido responsable de grandes e importantes proyectos, de muchas personas; de la credibilidad, de la imagen, del prestigio y del capital de importantes empresas. Mis conocimientos sobre empresa, marketing, finanzas, habilidades directivas, informática, ciencia, literatura y ciencias han sido envidiables. Muchos venderían su vida al diablo por unas habilidades como las mías, pero yo mismo se las regalaría al mismo diablo.

En mi actual empresa emprendí mi periplo por Inglaterra, con afán de expandir internacionalmente mis “encantos” y obtener así más caché. Lamentablemente, mi proyecto fue malogrado por ajustes y recortes presupuestarios, cuando estaba empezando a arrancar.

Regresé a España, pero no había proyectos para mí. En una consultora informática, lo normal es que te manden al paro, para no tener que afrontar gastos a fondo perdido. Pero mi empresa me destinó a dar cursos de Dirección y Gestión de Proyectos para una importante entidad de la Administración Pública española.

Después de estos cursos entré, casi por obligación, en un proyecto interesante, pero en el que no tuve ningún reconocimiento y en el que no pude crecer profesionalmente.

Cuando ya me veía en la calle, y cuestionado por mis jefes y compañeros, terminé en un proyecto como programador, “apagando fuegos”.

En vista de todo esto, me hundí en el estiércol de la autocompasión, denigrándome y torturándome a mí mismo, por verme caer sin paracaídas desde el cielo hasta el mismísimo infierno. No era nada halagüeño haber dejado un importante cargo en mi anterior empresa, persiguiendo un sueño y ver cómo pasé de ser rey a ser un mendigo.

Estaba apático, no tenía ganas de nada. El mundo me había dado la espalda. Nadie me quería. No podía caer más bajo. Estaba harto, desesperado y odiaba mi mala suerte.

¿A alguien le suena esta situación?. Seguramente a más de uno, y ese sentimiento y esa frustración es un dolor insoportable.

Durante algunos meses estuve escribiendo este blog, y me maldecía a mí mismo, por dar unos consejos, por escribir y narrar historias para autosuperarse. Os juro que me maldije a mi mismo, porque me sentía sucio y un traidor a toda aquella gente que confiaba en mi. Les estaba aconsejando algo que ni yo mismo practicaba. Era como un filósofo, a quien seguir lo que dice, pero no en lo que hace.

Pero cambié el “chip”, como suelo decir. Me puse otras gafas para ver el problema con otros cristales. Me puse otros “gorros” para tener distintos pensamientos. Abrí mi mente, mis oídos, mis ojos y mi corazón, ya reprimidos, secos de lágrimas e irritados de odio.

Me planteé algunas cuestiones: ¿por qué me mantiene mi empresa, a pesar de todo?. Si era cuestionado, no tenía proyectos reales y mi sueldo era excesivo para unas simples clases, y unas cuantas líneas de código en un programa aparentemente sencillo, ¿por qué no se libraron de mí entonces, si era mucho más económico y beneficioso para los resultados de la empresa?. ¿Acaso no me estaban dando una última oportunidad con algo insignificante mientras saliera otra cosa, aguantarme y sostenerme aún perdiendo dinero?. ¿Por qué tantas molestias por mi, si aún no tuve la oportunidad de demostrar nada?

Entonces vi todo de una forma muy distinta. Aquellas personas que me caían antipáticas, se convirtieron en mis mejores compañeros y aliados. Mi aburrido, monótono y fastidioso trabajo se convirtió en un excitante campo de batalla donde poder mejorar lo inmejorable, donde superar lo insuperable, donde conseguir la excelencia sobre lo bien hecho. Aquel infierno se enfrió, y el gris se convirtió en color, y el silencio en música armoniosa y delicada, y el aburrimiento en ameno y divertido quehacer, y el tedio en interesante y animoso reto.

A partir de aquel momento, todo empezó a funcionar como nunca en mis más de veinte años de trabajo: “DI LA VUELTA A LA TORTILLA”.

A principios de Julio me introdujeron en un proyecto aparentemente normal, y me tocó la parte más aburrida: la creación de un servidor gateway. Digo aburrida, porque no tiene parte visual. Es todo invisible, y sin embargo realiza todo el peso del trabajo de la aplicación. No quiero aburriros con tecnicismos, pero un símil sería el de un preparador físico o el de un consultor de campaña electoral: su trabajo es duro, no se ve, no se aprecia, pero lo que de él se obtiene es lo espectacular de lo que sí se ve.

Para este proyecto ya volví a tomar responsabilidades técnicas. Otro escalón que subí. Se me confió el concepto, el diseño y el desarrollo de esta criatura. Para ello, me asignaron como equipo a una recién licenciada. Por otro lado, otra jefe de proyecto, en la parte visual, tomaba a un becario.

Entre los cuatro hicimos un trabajo, ya no de equipo, si no de familia. Hemos disfrutado muchísimo trabajando juntos, bromeando, e incluso discutiendo sanamente. Hemos trabajado voluntariamente alguna noche y algún fin de semana. No por obligación, si no por devoción, por responsabilidad, por afán.

Estos dos compañeros recién salidos del horno, han aprendido en tres meses más de lo que yo aprendí en años. Le pusieron entusiasmo, dedicación y devoción. Yo me volqué con ellos, y ellos se volcaron conmigo. Y con esa actitud mental positiva, con ganas, con alegría, con orgullo y con ganas de comernos el mundo, hemos trabajado con ahínco, con ilusión y con muchas ganas.

En las últimas semanas hemos sufrido las prisas y la tensión, lo que nos ha provocado algún roce, que ha sido perdonado rápidamente por entender la presión a la que estábamos sometidos.

Y hoy, por fin, todo nuestro trabajo está materializado en esa instalación que ha sido un éxito por su rapidez y su efectividad. El cliente ha estado entusiasmado con nuestro trabajo (cosa rara en nuestro negocio), y gracias a nuestro compromiso, a nuestra palabra y al resultado de nuestro trabajo, nos ha invitado a comer ofreciéndonos una amistad y una cercanía que son muy difíciles de encontrar en una relación cliente-proveedor.

Con todo lo anterior, quiero decir que de nada sirvió mi meteórica carrera y mis éxitos de poder y ascenso, porque estaban vacíos y no tenían un soporte ni unos cimientos sólidos. De nada sirven todos mis títulos, todos mis cursos, todos mis conocimientos, todo el prestigio de las empresas para las que he trabajado, ni mi categoría profesional ni mi nombre en una tarjeta, en un rectángulo dentro de un organigrama empresarial o en la placa de un despacho. De nada sirve todo eso si no se tiene una base importante que es la relación humana, la amistad sincera, el entusiasmo y las ganas de hacer las cosas con los demás.

Uno puede realizar un trabajo que requiera de grandes conocimientos y de gran complejidad, pero sin un equipo que te apoye, irás arando un campo seco y estéril.

Si tienes amigos verdaderos, como compañeros de trabajo, como equipo, formarás una maquinaria indestructible que será más precisa y eficaz cuanto más la alimentes de amor, ilusiones y reconocimientos.

Una cosa que descubrí es que el mundo es realmente un espejo que refleja tu imagen. En el mundo ves lo que piensas y sientes. Si piensas y sientes frustración eso es lo que te devolverá el mundo, culpando a éste tu propia decadencia, y creyendo oler de éste tu propio hedor. Pero si piensas y sientes amor, amistad y felicidad, eso es lo que el mundo te devolverá, embelleciendo tu propia imagen.

Otro secreto que descubrí es la inversión multiplicadora, en la que todo aquello que des te será devuelta multiplicada. Si das odio, desidia, apatía, rencor, envidia o desconfianza, eso mismo te será devuelto con un efecto multiplicador. Del mismo modo, si das amor, amistad, confianza, fe, entusiasmo, ánimo y esperanza, eso mismo obtendrás multiplicado considerablemente. Aunque parezca mentira, por experiencia lo sé.

Por tanto, no creo en la mala suerte, en la desdicha, en el aciago destino ni en la divina providencia. Todo está conectado, y todo efecto tiene una causa, aunque no lleguemos a comprender por qué, ni el qué ni el cómo. Eso no es lo importante, y es banal intentar descubrir los caprichosos hilos que unen todos los acontecimientos, a los que llamamos casualidades, cuando en realidad son causalidades a pesar de estar juntos en una hebra. Todo lo que ocurre es por una razón, y en ella influimos nosotros con nuestros actos. Que nos toquen malas cartas no significa mala suerte, puesto que entraba dentro de las probabilidades que salieran esas cartas. Pero lo mejor de todo, es que si no piensas en que la partida está perdida con esas cartas, puedes ganar la partida con éstas.

Soy feliz, aquí y ahora.


Rafael Hernampérez

1 comentario:

Anónimo dijo...

que gran noticia amigo mio, no nos conocemos...pero siempre es bueno que alguien se de cuenta que la suerte no existe, y que todo lo que ocurre tiene un sentido, son los grandes misterios de la vida, ser dichoso por el hecho de admirar la vida, sin razones mezquinas...a buena hora y sabes que? somo dos...somos dos los felices hoy dìa...a celebrar