viernes, julio 07, 2006

Patxi

Patxi fue durante mucho tiempo uno de mis más íntimos amigos. Hemos compartido mucho juntos: momentos inolvidables, libros, música, películas, vacaciones, confidencias, opiniones, alegrías, viajes, juegos, conciertos, juergas, comidas... Llegamos a compartir incluso un proyecto de empresa basado en un producto interesante.

Un buen día, Patxi dejó de existir. No quería responder mis llamadas, ni mis correos. Durante mucho tiempo sufrí la incertidumbre sobre qué había pasado para ese cambio radical, en el que ayer éramos como hermanos, y hoy, no éramos nadie. Lo había perdido, y esa falta cortó mi respiración, detuvo el latido de mi corazón. Mi ser se inundó de tristeza, melancolía y añoranza. Mi magín trabajaba constantemente buscando cualquier hecho, por insignificante que fuera, para saber qué había hecho yo. Seguramente era culpa mía, por algo que hubiera dicho o hecho. También imaginé qué pasó por la cabeza de Patxi para hacer lo que hizo, adivinar las circunstancias que le hicieron abandonarme sin ninguna explicación. Mi imaginación no tuvo límites, creando las más absurdas y fantásticas situaciones.

Durante bastantes meses estuve, infructuosamente, llamándole y escribiéndole correos sin contestación. Estuve llamando a amigos comunes para saber de él, y poder descubrir la razón. Quería una explicación, un por qué, algo que saciara mi sed de entender por qué un día Patxi dejó de existir en lo mejor de nuestra relación.

Hoy, por fin, después de un año, hemos quedado para finiquitar una cuenta bancaria conjunta que teníamos por lo de nuestro proyecto. Ahí moría nuestro proyecto, y quizá, de forma definitiva lo poquito que quedaba de nuestra amistad. Fui a nuestro encuentro con la esperanza de que Patxi quisiera darme una explicación, aunque fuera una burda excusa, el por qué de su acto, el por qué de su ausencia, el por qué me estuvo evitando. Quería satisfacer mi curiosidad si fue culpa mía, y por qué, qué había hecho.

Le ví aparecer doblando una esquina. Fui a su encuentro. Le tendí mi mano, y Patxi, con una sonrisa, apartó mi mano y se echó encima de mí con un efusivo y sincero abrazo. Aquello me desencajó por completo. No supe cómo reaccionar. Un año de tormentosas dudas se fundió como la mantequilla en aquel único e especial abrazo. No lo resistí, y todas mis dudas desaparecieron, como si nunca hubieran existido.

¡Qué contaros! En dos horas nos faltaron palabras, preguntas, emociones, ilusiones,,, Nos pusimos al día de todo este tiempo, de nuestros familiares y amigos que conocíamos, de lo que hicimos, de qué hacemos ahora, qué proyectos de vida tenemos, incluso de libros, música y de todo aquello que compartíamos.

Al final, Patxi se comprometió a preparar una barbacoa en su casa, invitando a más amigos, echarnos un mus, enseñarme sus nuevos juegos online, e incluso querer prestarme una nueva saga de novela fantástica que él ha descubierto. Parece como si no hubiera habido ningún cambio en este año de incomunicación y de distancia.

Durante un año malgastado me culpé de un hecho inexplicable, y estuve dándole vueltas y vueltas, imaginando las más absurdas situaciones. Magnifiqué el problema hasta tal punto, que el problema era yo mismo. No quise aceptar lo que ocurrió y seguir viviendo mi vida. Me anclé en ese pasado que Patxi y yo tuvimos, y me empeñé en buscar explicaciones, cuando lo que tenía que haber hecho era aceptar el hecho de que Patxi hizo lo que hizo por alguna razón, que seguramente él no quiere contarme para no herir mis sentimientos, o para evitar algún mal.

Patxi no me ha dado ninguna explicación. Tampoco se la he exigido, porque con solo verle feliz y ver que era el mismo Patxi que siempre he conocido, y que no ha habido rencores, ni reproches, ni odio, ni ira. ¿Quién necesita explicaciones, cuando lo evidente, sin palabras, estaba ahí?. Patxi sintió lo mismo que yo en nuestro reencuentro. La mirada, la expresión del rostro, las palabras y el aura lo decían todo.

He aprendido que hay que aceptar las cosas tal como suceden, porque en todo hay una explicación aunque no la entiendas. No hay que buscar explicaciones porque no son necesarias y hay que saber confiar en aquellos en los que tanto hemos confiado.

No necesito saberlo. Me basta con que Patxi ha vuelto, que está aquí presente, y que su luz brilla con la intensidad con que siempre lo ha hecho.

Soy feliz.

No hay comentarios: