martes, abril 18, 2006

Miro mi vida, y en ella veo un pedazo de desierto.
Veo un pedazo de tierra abandonado.
Veo crecer las simientes de las malas hierbas que el viento me ha traído.
Veo la envidia, la codicia, los engaños, las preocupaciones y los fracasos.

He sido perezoso y despreocupado.
He sido envidioso y codicioso.
He sido falso y perdedor.
He sido todo esto por lamentarme de todo esto.

He oído, pero no he escuchado;
he aprendido, pero no he cultivado,
la gran sabiduría de los grandes cultivadores del pasado.

Soy dueño de mi vida,
y lo que en ella siembre
eso será lo que obtendré.

He sembrado desdichas, y he obtenido desdichas.
He sembrado preocupaciones, y he obtenido preocupaciones.
He sembrado fracasos, y he obtenido fracasos.

Pero ahora sembraré amor, y obtendré amor.
Sembraré armonía, y obtendré armonía.
Sembraré triunfos, y obtendré triunfos.

Soy el dueño de mi vida,
pero soy esclavo de mis hábitos.
Puedo sembrar en mi vida,
pero sólo aquello que mis hábitos me ordenen.

Por ello, elegiré mis hábitos;
por ello, elegiré a mis amos.
Teniendo buenos hábitos
podré sembrar buenas cosechas.
Teniendo malos hábitos
sólo sembraré desiertos.

Un hábito nace de una repetición constante,
y este hábito matará a otro para adueñarse de mi.
Si repito constantemente el fracaso
el triunfo morirá, y estaré dominado por mi nuevo amo.
Si repito constantemente el éxito
la derrota sucumbirá, y seré esclavo de mi nuevo hábito.

Soy dueño de mi vida,
y lo que en ella siembre
eso será lo que obtendré.
Soy dueño de mi vida,
pero soy esclavo de mis hábitos.

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